Vírgenes y toreros

LA COMPAÑÍA Etat Libre d’Orange edita el perfume Vierges et Toreros, obra de los perfumistas Antoine Lie y Antoine Maisondieu. Los nardos se adormecen en el cuero como la muleta mece al toro y el arte convierte al público en pueblo. Todo está resumido en Vírgenes y Toreros. La fuerza y la pureza, la sangre de la vida y la sangre de la muerte, el fondo animal y la primera inocencia. Somos el clamor de la arena y el tiempo que se detiene en la verónica perfecta. El silencio que precede al canto y la emoción de la que siempre nace la belleza. Todo es inútil frente a un perfume exacto, todo parece un pleonasmo. Cualquier expresión palidece ante una fragancia capaz de contarte la historia entera. El nardo aterriza sensual y fresco en tu piel inadvertida; y se va volviendo sedoso y letal cuando emerge el cuero. Es el minotauro enamorado de Teseo, la furia de la belleza más frágil y la fragilidad de nuestra parte selvática y oscura. Yo que vivo ya instalado en mi fase post sexual, convencido de que los cansados ejercicios son superfluos y están sobrevalorados, siento unas irrefrenables ganas de poseerme cada vez que me dejo llevar por Vírgenes y Toreros: es el mismo embestir, la misma angustia, la misma sed de esperanza y el mismo final desconocido. La misma tensión, también, y el mismo misterio. Vírgenes y toreros: la primera sangre y la postrera.

Hace días que vivo perturbado por este perfume devastador que compré una tarde cualquiera en Madrid. Le secret du Marais, Hortaleza. Recuerdo que mi vida era plácida antes de conocerte pero ahora cada noche me despierta la obsesión por volverte a oler. Es intuición procaz lo que me asalta a esas horas, la intuición de mil noches vividas a trasmano, sin saber dónde estabas ni poderlo adivinar. Siempre hay alguien que se juega la vida y alguien que empieza a vivir y un hilo de sangre dibuja el eje en que se cruzan. Sólo la belleza puede salvarnos y todo lo que somos está sucio sangre y piel y arena. La sangre de la vida y la sangre de la muerte. El cuero donde el nardo se adormece para sublevarse luego, en tu piel, sin que nada puedas hacer para librarte de él.

Vírgenes y toreros. La arena que te aclama y que te ve caer.